lunes, 4 de marzo de 2013

Una pequeña reflexión cuaresmal

Voy a dejar un texto que me encanta y no es de los primeros padres de la Iglesia, o de santos doctores de la Iglesia, ni de filósofos o poetas famosos (bah quién sabe con el tiempo). Es una simple (pero profunda) descripción de un color litúrgico hecha por el padre Sáenz en su libro "El santo sacrificio de la misa".

Dice así: El color morado es uno de los colores sombríos, sin embargo el rojo que contiene lo anima un tanto. 
Su parecido con el matiz grisáceo de la ceniza nos predica la penitencia. Se parece mucho a la violeta, esa flor modesta y solitaria que se esconde bajo el pasto, como para huir de la vista del hombre, y que parece no tener belleza y perfume sino para el Creador. Es símbolo de humildad, de retiro, de delicada melancolía  de nostalgia del cielo. El color morado indica el duelo, pero no un duelo tan entero y absoluto que implique atisbo alguno de desesperación. Por eso es un color muy apropiado para expresar la tristeza  santa y agradable a Dios.
El morado se emplea , por lo común en días que tienen carácter penitencial. Es sobre todo el color del adviento y de la Cuaresma. La celebración del Adviento, si bien va acompañado con cantos de alegría ya que en el horizonte está siempre la figura del Señor que vendrá para salvarnos, incluye sin embargo, un toque de penitencia, al tiempo que expresa nuestro ardiente deseo de ser rescatados del pecado. Es así mismo el color de la Cuaresma, en cuyo transcurso nos consagramos a las obras y al espíritu de penitencia. El color morado nos advierte que aún estamos lejos de la Jerusalén celestial, sentados a la orilla de los ríos de Babilonia, la nostalgia de la patria desata nuestras lágrimas. Digamos finalmente que este color suple en la actualidad al color negro que antes se usaba para los oficios de difuntos.

Hermoso!! Luego subiré fotos de algunas actividades familiares.

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